Este tipo de porta tazas puede resultar muy útil para aprovechar el espacio de la cocina. Particularmente, a mí siempre me fascinaron este modelo de porta tazas que remite a lo campestre. Por eso, cuando en uno de mis negocios habituales de bazar de la peatonal San Martín lo vi a 4,50, no dudé en comprármelo.
El problema es que no necesitaba este objeto. De todas maneras, le encontré un lugar y me dispuse a acondicionarlo.
Por ansiosa, lo pinté con una mezcla rala de témpera y acrílico, lo único que tenía para lograr el color que me gustaba.
Lo colgué con tornillos y tardé un tiempo en completar este adorno, para lograr el efecto ecléctico que tanto me gusta.
Tazas de porcelana antigua, industria argentina (5 pesos cada una, con platito, en Mercado de Pulgas)
Tazas importadas (obsequiadas)
Tacitas de café, origen Portugal (6,5 cada una, con platito, en bazar)
Para complementar, coloqué un posavasos de otro país que contrasta en color y combina en forma, y un pez de papel maché que tenía en el living, lugar en el que normalmente colocamos estos objetos.

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